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Barranquismo en el Gorgo de la Escalera de Anna
El sábado pasado en lugar de quedarme en casa como solemos hacer decidí tener una experiencia diferente con mi pareja, decidimos practicar barranquismo, así que sin más demora contacté con una empresa que hace este tipo de actividades y allá que nos fuimos.
La actividad que me recomendaron para mi nivel, iniciación, ya que nunca había practicado este tipo de deporte, fue un precioso, salvaje y sencillo barranco acuático localizado en la población valenciana de Anna, conocido como el Gorgo de la Escalera.
Quedamos a las nueve de la mañana en la ubicación que me facilitaron desde la empresa por WhatsApp, esta fue en la gasolinera de la entrada de esta población, donde el guía se presentó y nos explicó en que iba a consistir la actividad. Después de marcarnos unas pautas nos empezamos a equipar al tiempo que este nos explicaba cómo se colocaba cada de la indumentaria y nos decía el porqué de su importancia y su utilización. Una vez equipados nos pusimos en marcha hacia el inicio del barranco, lo que el guía llamo “aproximación”. Esta solamente duro unos 5 minutos, transcurrió por el arcén de la carretera de entrada al pueblo para poco más adelante descender unos pocos metros por un sendero hasta llegar justo debajo del puente de esta misma carretera, donde tienen preparada una instalación en una pared para explicarnos la técnica de rapel antes de inicio de la actividad.
El guía nos explicó el material que llevábamos y para que servía cada cosa, el ocho, los cabos de anclaje, las cuerdas... Nos mostró la posición del cuerpo y la técnica correcta para rapelar de una manera muy amena y sencilla, creo que todos lo entendimos a la primera, ahora tocaba la parte práctica. Explicado esto, nos dirigimos a la cabecera del primer rapel, un rapel cortito, de unos 4 metros en el cual, al finalizar este ya teníamos agua, que estaba buenísima, al menos con el neopreno puesto jeje.
Para acceder hasta la cabecera de este rapel, nos puso una cuerda que el llamo pasamanos, nos dijo que esta es una manera segura de acceder hasta las cabeceras, en caso de resbalón o cualquier imprevisto no caeríamos abajo, ahí me tranquilizo bastante la situación y la seguridad que aportaba explicándomelo todo. Utilizamos los cabos de anclaje para progresar por este “pasamanos” y llegué hasta donde estaba él, que solamente eran 4 metros de distancia. Una vez a su lado, me ancló a una cuerda de seguridad y me puso el ocho para rapelar, me puse manos a la obra, al mismo tiempo que yo iba bajando por la cuerda, el guía iba asegurándome con otra cuerda anclada a uno de mis cabos de anclaje, así en el caso que a mí me diese por soltar la mano él me tenía bien seguro desde arriba. Llegué al agua, me liberé de las cuerdas y me coloqué en un punto seguro que me indicó. Fuimos andando unos 150 metros por el cauce del río hasta que llegamos al segundo rapel, esta vez era un poco más alto, unos 8 metros de altura. Aquí repitió la misma operación, pasamanos, rapel, cuerda de seguridad, explicación y al turrón.
Esta vez el rapel también terminaba en el agua pero era muy distinto, me vi rodeado de rocas llenas de musgos verdes y cantidad de plantas de tonos muy distintos, claras y oscuras, marrones, verdes, plateadas... me quedé flotando un instante en el agua cristalina y me sentí en paz, se me olvidó todo lo que me preocupa en el día a día, no había estrés, no había ruido ni barullo, solamente estaba yo en el lugar más bonito que había visto en mi vida...
Cuando bajó el guía continuamos la marcha, salimos de este precioso lugar nadando por un estrecho pasillo con muros de roca a ambos lados hasta que hicimos pie. Aquí proseguimos con el trekking acuático salvando resaltes, destrepes y saliendo de vez en cuando del cauce para andar por sendero sepultados por las hojas de los árboles caducifolios. Recuerdo de este trayecto en concreto dos puntos que me hicieron sentir salvaje, bueno en realidad fueron tres.
El primero de ellos fue un tramo en el cual estábamos metidos dentro de un bosque, cantaban los pájaros seguros de sí mismos y felices, como no, cualquier animal sería feliz ahí.
El segundo es una cueva con una pequeña cascada que el guía llamo el “jacuzzi”. Era una cueva circular en la que te podías sentar y caía una cascada brillante y cristalina entre las rocas, no quería que esto terminase nunca, era muy feliz.
Y el tercer punto, es una increíble cascada que nunca hubiese imaginado que estuviera ahí... entramos reptando por entre un estrecho y pequeño tubo formado por cañas y plantas, íbamos en contra del agua, la cual si bajabas mucho te daba en la cara, subimos un pequeño resalte de un metro y cuando levanté la cabeza no me pude creer lo que estaba viendo, tenía ante mí una cascada de unos 20 metros de altura, una cascada llena de vida y de vegetación, con tantísimos colores distintos como los del arcoíris, verdes y azules, rayos de luz amarillos, grises, rojos... simplemente preciosa...
Aquí nos detuvimos un rato para hacernos unas fotos y ya salimos por el mismo lugar que habíamos entrado. Seguimos nadando unos 200 metros hasta que llegamos a una zona de baño turística donde había muchísima gente, la verdad que demasiada para mi punto de vista, remontamos unas escaleras que me llevaron a una zona de saltos, donde había dos saltos uno de 6 metros y otro de 8 metros, yo no quería quedarme corto, solamente quería seguir sumando a este día y decidí saltar desde los 8 metros.
El guía me explicó la manera correcta de saltar, nunca con los pies juntos, un pie delante y el otro detrás, brazos bien pegados al cuerpo y recto como una tabla... Después de que él se tirase primero y ver bien su técnica era mi turno, pensé que no sería capaz, pero hay que atreverse con la vida y superar tus propios límites así que 1...2...y 3... Choff!!! Entrada perfecta!!
Según me dijo, la verdad es que cerré los ojos y no me enteré de nada, pero la sensación de volar y entrar en el agua no se me olvidará jamás... Bueno, después de este salto se acercó a mí y me chocó la mano, un gesto con muy buen rollo y un colegueo cercano, me gustó la sensación, me sentí entre los míos.
Estábamos llegando al final de la actividad, donde llegaba el mayor reto de mi vida, un rapel volado de 25 metros... cuando lo vi chiflé, pero gracias al trabajo que durante todo el barranco he ido gestionando y la seguridad y confianza que transmitía este chico me sentía capaz de eso y de mucho más. Como en los rapeles anteriores, se montó el pasamanos para aproximarme a él con seguridad, por el cual fui agarrado bien fuerte y anclado con mis cabos de anclaje hasta que llegué a él, que estaba literalmente colgando al lado de la cascada. Me ancló la cuerda de seguridad a uno de mis cabos de anclaje y me colocó el ocho, me explicó cómo tenía que pasar un pequeño resalte en la salida de este rapel y que luego me quedaría completamente colgado, que no tocaría con los pies en la pared y para allá que fui. Agarré la cuerda con tanta fuerza que al principio no podía bajar hasta que me relajé un poco y recordé con ayuda suya como rapelar correctamente, los primeros 4 o 5 metros fui con los pies por la pared, la impresionante cascada estaba justo a mi izquierda, había momentos en que si me acercaba mucho a ella me daba en el hombro izquierdo aquel chorrazo, que salía con una fuerza increíble, me coloqué justo detrás de ella y seguí bajando poquito a poco con mi cuerda bien agarrada, llegué al punto donde tenía que quedarme colgado, me dejé colgar y seguí poco a poco hasta abajo.
Una vez llegue al final del rapel no podía creer lo que había conseguido hacer, había descendido una cascada de 25 metros de altura rapelando, yo... solo... estaba sin palabras... me dirigí a la zona segura que me había indicado el guía para esperar a que bajase él desde la que se podía ver toda la cascada entera, me quede mirándola pasmado, esa agua tan limpia, esos colores, el estruendo del agua al chocar contra el suelo, las rocas llenas de musgos, los peces...era un todo...
Cuando me di cuenta, como un rayo bajó y guardó las cuerdas en la mochila, se acercó a mí y nos hicimos una preciosa foto delante de la cascada, pensé, esta para el Instagram jeje.
Aquí ya me dijo que podíamos quitarnos los cascos y el arnés, en este punto empezaríamos lo que llamó el “retorno” hasta los vehículos. Andamos durante unos 20 minutos por pistas y más adelante un sendero que nos llevó hasta la parte superior del puente donde habíamos empezado el descenso, seguimos por el arcén hasta la gasolinera y fin, habíamos llegado a los vehículos.
Una vez aquí nos quitamos los neoprenos encima de una rafia que puso en el suelo, la verdad que era muy cuidadoso con el material de seguridad, lo guardó en la furgoneta y nos dirigimos a tomar una cerveza. Me dijo que en la montaña hasta que no tomas una cerveza después de una actividad esta no ha terminado, me pareció una manera de pensar genial. Estuvimos hablando de mi experiencia y él me contó algunas anécdotas graciosas sobre otras experiencias personales suyas, nos reímos mucho y llegó la hora de despedirse, le di mil veces las gracias, y él a mí por confiar en él para esta actividad, subimos cada uno en su vehículo y nos fuimos. Repetiré seguro...