El templo parroquial de Santa María de Peñíscola es un destacado edificio religioso de estilo gótico inicial y ampliación barroca situado en el centro de Peñíscola. Su historia se remonta a poco después de la conquista de la población, conservando elementos originales como el muro de la portada. Sin embargo, un incendio en el siglo XV devastó la iglesia, siendo reconstruida gracias a una indulgencia plena otorgada por el papa Eugenio IV a petición de la reina María de Castilla.
Durante los siglos XVII y XVIII, el templo experimentó importantes ampliaciones y transformaciones bajo la dirección del maestro José Antonio Simó. Se construyó una nueva cabecera, sacristía y capilla de la Comunión, cambiando también su orientación. A lo largo de los años, se llevaron a cabo diversas obras de restauración y renovación, incluida la construcción del campanario en 1862 según el diseño del arquitecto Vicente Martí.
En términos arquitectónicos, el templo muestra una estructura de planta de cruz latina, con características como bóvedas de crucería, capillas laterales cubiertas de bóveda apuntada y un presbiterio rodeado por la sacristía y la capilla de la Comunión. La fachada es sencilla, destacando la puerta con un arco de medio punto, mientras que la torre-campanario, de planta cuadrada, exhibe tres cuerpos separados por molduras.
Dentro del templo se guarda un tesoro parroquial que incluye obras de orfebrería destacadas, como la Cruz procesional de Benedicto XIII y el Cáliz del Papa Luna, ambas de plata sobredorada con esmaltes, así como el Relicario Lignum Crucis de Clemente VIII, entre otras piezas significativas de la historia religiosa de la región. En resumen, el templo de Santa María de Peñíscola no solo es un importante lugar de culto, sino también un testimonio histórico y artístico de la rica herencia cultural de la zona.