Desde la punta del Mascarat y enclavada en una bahía, Altea se hace hueco, entre el mar y la montaña, otorgando una imagen casi simbólica de la Costa Blanca. Con la cúpula azul y blanca de su iglesia parroquial, el municipio se extiende por un tosal que acaba en el mismo Mediterráneo. Pequeñas y hermosas calas y playas se suceden por un litoral plagado del mismo encanto blanco que guarda su casco urbano.
Altea apuesta por el cicloturismo como uno de los productos con mayor proyección en la actualidad creando nuevas rutas para el disfrute de los amantes de la bicicleta.
Disponen de tres bancos de herramientas en diferentes ubicaciones de la localidad, para que las personas que lo necesiten puedan realizar pequeñas reparaciones.
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