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La seda, un capítulo esencial en la historia de València
La seda supone un capítulo esencial de la historia de València, un hilo conductor que ayuda a comprender mejor no sólo el paisaje urbano y el rural sino también el arte y la historia de València.
La Ruta de la Seda representó un puente entre dos mundos, una red de caminos que conectaron Oriente y Occidente, y que sirvieron para la difusión de ideas y conocimientos en los ámbitos de la cultura y de la ciencia. Por sus diversos itinerarios circulaban, además de la seda, otros productos como especias, te, porcelana, joyas, naranjas, arroz, chufas, orfebrería…
La llegada de la seda a nuestro territorio, de la mano de los árabes, produjo interesantes cambios en el paisaje rural y en el urbano. A lo largo y ancho de la Comunitat Valenciana crecieron las moreras alrededor de las alquerías dedicadas a la cría del gusano de seda, y en muchos pueblos y ciudades se desarrolló una industria sedera que aún hoy pervive y que se visibiliza con gran vistosidad en nuestras fiestas.
El negocio de la seda, tanto en lo referente a su cultivo y producción como a su comercialización, alcanzó un gran desarrollo en la Comunitat Valenciana entre los s. XV y XIX hasta llegar a convertirse en el principal negocio de la ciudad de València. La segunda mitad del s. XVIII fue la época de mayor esplendor, con 5.000 talleres en la ciudad y más de 25.000 personas trabajando alrededor de la seda. Las sedas valencianas alcanzaron gran prestigio en toda Europa.
En València, los tejedores se concentraron en el barrio de Velluters, donde todavía podemos apreciar el legado de la seda: palacios, obradores, templos adornados con sedas y los dos edificios más relevantes en relación con la seda.
En primer lugar, la magnífica Lonja de los Mercaderes, también conocida como Lonja de la seda, que es uno de los más bellos exponentes del gótico civil mediterráneo y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Y, en segundo lugar, el Museo-Colegio del Arte Mayor de la seda, también de estilo gótico, y que tiene una gran riqueza patrimonial de frescos, murales y azulejos, además de albergar interesantes exposiciones de temática sedera.
Pero no sólo la nobleza y la burguesía vestían de seda, en el Museo Catedralicio Diocesano y en el Real Colegio del Corpus Christi se pueden admirar piezas de ornamentación litúrgica e indumentaria religiosa desde el s. XV.
La seda vistió personas y también llenó de lujo los edificios. En uno de los mejores exponentes del barroco valenciano, el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias ubicado en el Palacio del Marqués de Dos Aguas, se aprecia el protagonismo de la seda en el mobiliario, tapizado en ricos tejidos. Porque en València la seda es parte del paisaje cultural.
Fuera de la ciudad de València quedan también testigos del esplendor de la seda: el Museo de la Rajolería de Paiporta, donde se conserva maquinaria procedente de la Fábrica Rafael Catalá; el Museo del Palmito en Aldaia, que nos adentra en el universo de esos abanicos que durante siglos han portado las mujeres valencianas o la Casa del Bou, en Albalat de la Ribera, donde se puede aprender cómo se cultivaba el gusano de la seda.
Hacia el norte, la antigua fábrica sedera Garín de Moncada, donde se puede ver cómo se teje la seda como se hacía hace dos siglos, en telares del S.XIX. En el interior, la Casa-Museo de la Seda de Requena, sede del antiguo Colegio del Arte Mayor de la Seda de la ciudad, muestra cómo esta población llegó a ser un gran centro productor de seda, que era exportada por todo el mundo.